viernes, 18 de diciembre de 2020

ENFRENTAR

 He ocultado cosas que quizás era mejor sacarlas, he querido pintarlas de colores que hacían que se camuflen dentro de mis historias.


A veces queremos que nadie vea lo que pasó porque no queremos ser víctimas ni culpar a nadie y preferimos caminar con una sonrisa que disimule los sentimientos. 

Sin embargo llega un momento que ese vaso de agua se va llenado y rebalsa, y las lágrimas van cayendo junto a gritos internos que pocos pueden escuchar.

Así fue cuando me di cuenta que había callado por años un dolor de mi infancia, algo que me destruía como mujer y que no me había dejado ser niña por completo. 

Quizás quise evitar problemas, quizás calle para no causar daño a quienes amo más en la vida, pero ese silencio iba destruyendo mucho de mi ser y aunque intentaba bloquearlo de mi mente, hacer como si nunca hubiera ocurrido... volvía algún recuerdo y volvía el dolor.

Hasta que lo enfrenté, finalmente lo saqué, pasaron 15 años para que lo pueda decir y 3 años para que pueda limpiar esa herida. 

Fue necesario abrirla para poder sacar de ahí todo lo que se estaba pudriendo por dentro y así dejar que la cicatriz no tenga color ni dolor, pero sí, queda la cicatriz.

Muchos preguntan... porque amo tanto a Dios o creo tanto en Él y fue por todo ese proceso de 3 años en el que tuve que aceptar lo que pasó, tuve que contar a alguien, hablarlo, sacarlo y finalmente perdonar.

El perdón es realmente la parte más importante de tu paz y de tu amor hacía ti y hacia los demás. De verdad creo que si no limpiamos heridas y soltamos lo que nos hace daño (perdonando) es muy difícil continuar el camino.

Es normal estar tristes, es normal querer sentarse a esperar a que pase el tiempo adecuado para poder sanar, pero no es bueno acostumbrarse a ese dolor, a pensar que no servimos para algo, a creer que solo estas aquí para complacer a otros.

Llega el momento  en que debes cerrar  la herida y continuar...

Estás aquí para amada, amado, ¡para amar! para recibir perdón y para perdonar.

No tenemos otra tarea más.
Es mejor ENFRENTAR y no hay mejor manera que con la compañía de Dios.

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